Ultimo día. Son las once de la mañana, a las 6 en el aeropuerto, a las 9 sale mi vuelo. Me encuentro a Coco, el cafisho que estuve evitando porque me venía mangueando lo que tuviera. Lo vuelve a hacer y le digo que anoche le di todo a una mina a la que ni siquiera me cogí. “Los hombres somos así,” dice, “Todo por las mujeres.” Llora que vive en la calle. No le creo y dice: “Esa mujer se ha llevado lo que no es de ella.” Le digo que Guevara le daba sus remedios para el asma a los prisioneros. No debió haberlo citado tanto, no a mí por lo menos. Pienso que algo debe querer decir si esquivé a este tipo todo lo que pude y me lo encuentro en mi último día, una señal.
Dos cuadras más allá, en el mismo barcito que la vi la primera vez, me encuentro con Yanelle, la jineterita cara. Me siento un rato con ella que acaba de desayunar una cazuela de salchichas y una gaseosa de naranja. Me da ganas de vomitar. Hace unos días que ando con un revoltijo en el estomago y casi no necesito comer. Creo que baje unos dos kilos. La Habana es diet. Le pregunto donde está Jani, su amiga, y me dice que no es su amiga, que la conoció ese día en que las invite a comer. Joder, la red que digo, se asocian por un rato para sacarle guita a alguien. Busqué a esta chica en un par de ocasiones, o desee encontrármela, o pensé en ella. Me pregunto si quiere decir algo el hecho de encontrármela ahora. Si tuviera plata encima me la cojo, pero no. Le regalo todos los forros que llevo encima. Me doy cuenta que de alguna forma voy a estar dentro de ella, pero lo nuestro es platónico y nos despedimos.
Françoise no puede creer mi historia de la noche anterior, “Todo indicaba que estaba con vos!” Lo hago acompañarme a una escuela a dos cuadras de mi casa para dejar unas cosas, útiles y eso. La directora, una negra corpulenta, nos hace el tour a regañadientes. Deben tener los huevos llenos de turistas que les piden un tour, están laburando al fin y al cabo. Le doy la pila de cosas que había llevado y ni las gracias. Supongo que ya no necesitan como antes.
Damos la última vuelta por la Habana Vieja y filmo el Banco Nacional del que fue presidente Guevara ya que no pude en la semana. Un policía me lo impidió.
Paso por el hotel de Emily, ella esta en Varadero, y le dejo una patética nota con mi email y “por las dudas” le recomiendo que lea, “Che Guevara: A Revolutionary Life, de Jon Lee Anderson.”
Volvemos por el Malecón, todo tiene un sabor a última vez atroz. Es un día lindo, por supuesto, ya que no tengo tiempo de ir a la playa. Nos encontramos con Coco, de nuevo, y esto definitivamente es una señal. Está sentado en el malecón pescando con otros tipos, y junto a él tiene un par de pescaditos de mierda. ¿Este tipo vive en la calle de verdad? Nada se entiende en La Habana, nada es verdad y nada es mentira. ¿Lo ocultó para no reconocer que había ido de traficante en Miami juntando cientos de miles de dólares a pescar para comer en su Habana natal y pidiendo remeras a los turistas? Me vuelve a pedir algo y le doy las alpargatas y la remera que tengo puestas y tres dólares.
Con F nos sentamos a comer en el patio del barcito de la equina de mi casa nuestro último sándwich de jamón y queso. Ando descalzo y en cueros, y un pibe que me tiene junado del barrio me dice que ya parezco un cubano. Humm, me pregunto si también hay algo en esa frase.
Françoise me cuenta que la noche anterior comió acá, mientras yo perdía el tiempo con la yanqui, y que, no había entendido muy bien ya que su español es muy pobre, pero el cajero había hecho un comentario del tipo, “Mira este turista viene a comer barato acá, que miserable.” Fue como si me lo hubieran hecho a mi, porque no me dijeron eso pero si me miraron queriendo decirlo. Quería entrar y cagar a trompadas a alguien. Al pobre Françoise La Habana se lo comió vivo desde los 150 que le estafaron y su tarjeta inservible, pero siempre tuvo una actitud mucho mas positiva que la mía.
Llega de nuevo Coco con una bolsita con pan agua y alguna otra cosa que debe haber comprado con los 3 dólares que le di. Me vuelva a manguear algo. Voy a casa a buscar algunas cosas. Por supuesto, no me da las gracias. Como si le devolviera algo que es suyo. Me da una dirección para que le escriba en un papelito con una de las más hermosas letras manuscritas que he visto, no se condice con su prontuario. Yo le di una falsa y no le escribí. Quizás deba.
Última cerveza en el Malecón. Está caluroso y pesado como el día que llegué. Bromas pesadas del guionista. F me dice que cree que mañana o pasado se va a ir a Varadero, por lo menos para ver bien la playa antes de volverse a casa. Suerte, my man.
Me despido de Lourdes y de su hija que estaban en la casa. Le dejo algunas cosas también, y tampoco, ni la gracias. No se que onda. Arrogancia es la una palabra que se me ocurre.
Françoise me ayuda a cargar la mochila al taxi y nos despedimos como viejos amigos. Damos por sentado que nos vamos a volver a encontrar.
Mis últimas reflexiones son en el largo viaje en taxi al aeropuerto, y de por si no llego a ninguna conclusión. Estuve medio en trance y no quiero irme realmente. El chofer me recomiendo un autor del que no recuerdo el nombre, Vaca algo? En el vuelo quede sentado con una pareja que vuelve de su luna de miel, Gustavo y Marcela. Son de Villa Constitución, mi ciudad natal, y viven en rosario a 5 cuadras de mi casa. Cuales son las posibilidades de que en un avión con 300 pasajeros nos sentemos juntos solo el Guionista lo sabe. Él se acordaba de mí del transfer Rosario-Ezeiza, dos semanas atrás.
Hoy 26 de agosto escribo esto, más de dos meses después de haber vuelto, y no termino de entender el viaje. Quizás no haya nada que entender. Mi parte mas intima tiene algunas cosas mas claras, pero Cuba es casi inexpugnable a la comprensión. “Nosotros tampoco lo entendemos,” me dijeron varias veces, “Aca las cosas son así.”
Fui buscando una tierra revolucionaria y encontré una jinetera, pero esa es la superficie brillante y obvia. Paralela a esa están las multitudes que esperan el colectivo, la guagua, al parecer eternamente, y va a trabajar todos los días a trabajos mal pagos. Bienvenidos a Latinoamérica.
En La Habana todo el que se te acerca es un vampiro y el resto ni te mira, como si fueras invisible. Mi responsabilidad esta en no haber tratado mas. No haber obligado a la gente a hablar ni haberme obligado a mí a hacerlo. La próxima vez será. Me deje llevar, me abrumó una cosa pasivo agresiva que hay con el turista, visto como otro conquistador, otro saqueador extranjero que es mas mimado por el estado que sus propios hijos que no tienen dólares par ser queridos lo suficiente. Me quede corto con mis preguntas, al flaco de punta en blanco y lentes de sol a la noche en el bar del Vedado, o a los propios guardias de seguridad que cobran lo mismo que las jineteras por no hacer nada, o a la jinetera que bailaba en el viejo negro o las chicas en la puerta de Las Vegas, o la misma Lourdes, o a sus hijas. La sensación de que me iban a mentir era tan fuerte que ni me daban ganas de preguntar nada, y el canijo quizás hubiera sido una buena opción, pero no volví al Sevilla.
Tengo una gran responsabilidad en volver a Cuba (La Habana no es cuba me dijo un italiano) a buscar las pequeñas revoluciones. Las caseras, las privadas o individuales. Sinceramente no creo que las encuentre. Los mas viejos que “están listos para agarrar los fusiles” no saben que la invasión imperialista ya tiene un pie en a puerta y lo esta haciendo de una hombre a la vez. No hay hummers, ni blackhawks, ni cien mil infantes. Las armas son VH1 y Daddy Yankee y los soldados invasores se gestan en la misma Habana cuando pagan lo que no tienen para comprar DVDs, Adidas y entradas a boliches de 15 dólares. Nadie quiere pelear ahi. Quieren Mc Donalds y VIllage Cinemas. Quieren Avant Premieres y estrellas de Hollywood en la alfombra roja del Habana Libre. Quieren lo mismo que yo, quieren recitales de Madonna y Coldplay. Quieren Vanity Fair y Starbucks y Mp3s. Quieren banda ancha para bajarse el último capitulo de Lost. Está todo listo para que una delicada transición convierta a Cuba en el prostíbulo de América de nuevo. Para que se convierta en Latinoamérica y deje de ser es isla de 1000 kilómetros de largo que vive en otra dimensión desde hace 15 años cuando se la URSS y Fidel resistió como un hombre sosteniendo el mundo que empujaba contra sus espaldas.
El día de mi vuelo de vuelta, o esa noche, no se, murió su cuñada, la esposa de Raúl. Poco a poco el universo sigue girando y arrastra a Cuba con él.
Solo queda esperar que Cuba se convierta en una mezcla entre Cuba misma y Miami y no en Argentina o Haiti. Que la famosa educación cubana no haya entrado por una oreja y salido por la otra. Que se olviden de la carne de res y los cayos de los que no pueden disponer. Nadie puede pagarlos igual, muy poca gente en el mundo y solo en ocasiones especiales veranea en los destinos turísticos de su propio país. Están con el problema de “Para muestra sobra un botón.” En este caso el botón no les deja ver el traje. Ven turistas ricos y se creen que el resto del mundo es así. Creen que todo el mundo va a Cuba a cogerse sus mejores mujeres, bañarse en los cayos y fumarse sus habanos. No tienen ni idea de que la mayoría de la gente rara vez deja su ciudad natal y mucho menos visita el caribe.
Como dije no termino de entender que me pasó a lo largo del viaje. Las palabras que más repito en este diario son “jinetera” y “Guevara,” eso solo indica que hay un cortocircuito en mi mente.
Es un viaje en el que todo lo que podía salir mal salió mal, pero al mismo tiempo, no quiero que haya sido de otra forma. No hubiera visto lo que vi y no hubiera conocido a la gente que conocí. Casi nada de lo que tenia planeado puede hacer, pero estoy en contacto con Joan y Rosa, Françoise y Fernando, y es mucho más de lo que esperaba de Cuba, país que, tarde o temprano, volverá a ver mi pie invasor pisarlo de nuevo.