jueves, julio 19, 2007

Dia 9: El Templo de Guevara

La excursión a Santa Clara partió tipo 8 de la mañana. El plan es hacer Cienfuegos y Sancti Spiritus hoy, dormir ahí, hacer Santa Clara y Trinidad mañana y estar en La Habana a las 6 de la tarde. En la parada de desayuno me hago amigo de un Francés, de París, que se llama Françoise, un cliché, aunque parece español, no Francés. Un tipo muy piola y enseguida nos hicimos amigos. Somos tan parecidos de carácter que me sorprende. Coincidimos en muchas cosas incluso en que Cuba no era exactamente lo que esperábamos, aunque él tiene mucha menos idea que yo. Supongo que voy a andar con él por el resto de mis días en Cuba lo que confirma la mala leche que tengo, al fin no hubiera sido necesario adelantar el vuelo que acabo de cambiar ayer.
El recorrido fue mayormente por una autopista aburridísima en la que no se ven pueblos ni nada.

Cienfuegos es una ciudad relativamente nueva que no vale la pena ver, no hay nada ahí excepto por una mala copia del Malecón, una mala copia del Paseo Prado y un “palacio” estilo moro de una familia rica de la zona devenido en restaurante.
Lo primero que hicimos en Santa Clara fue Almorzar y después fuimos al mausoleo del Che por el que ya habíamos pasado a la entrada. La estatua grande y eso. Yo estaba re-entusiasmado, se imaginan, no? Las tres cuartas partes de las razones por las que fui a Cuba están ahí. El Último Descanso del Último Dios Viviente que Existió, la Gran Pirámide, El Partenón, El Eje del Universo, La Tumba de Guevara, el tipo éste del que vengo hablando desde hace dos años. Bueno, no pudimos entrar. La excusa es que estaba la luz cortada (no creo que sea verdad), la razón es que estaban preparando el lugar para el acto del Aniversario del Natalicio del Che que es dentro de dos días, “¿Y no avisan estas cosas a las agencias que hacen las excursiones? ¿Podremos dar una vuelta y volver mas tarde? ¿Podremos pasarnos por el culo a Trinidad y volver mañana?” Nop, nop, nop.
Esto es agregarle mierda a la mierda. Inmediatamente se larga a llover. Creo que los yanquis le dicen, “To add insult to injury”.
En la ciudad vamos al museo del tren descarrilado del Che, que son tres vagones al costado de la vía, con pertrechos y esas cosas que supuestamente llevaban a La Habana. Una poronga. A esta altura mi onda es muy buena. Top of the tops. Todo lo que debía salir bien salió mal. Esto es una señal. El guionista de mi película se está riendo de su personaje. La cosa ya no es remontable. Tocó fondo. Que para lo único que sirve es empujarse de nuevo hacia arriba.

El hotel es para mieleros, con las toallas dobladas en forma de cisnes y todo. Después de cenar, Françoise y yo nos quedamos en el bar al aire libre con una pareja de Barceloneses, Joan y Rosa (Rosa está muy maja). Nos cagamos de risa toda la noche. Al irse, los barman nos pidieron que le pusiéramos los vasos en la barra sobre la barra cuando nos vayamos, Yeah, sure. Joan usa la llave de la habitación para abrir el candado de la heladera y se roba cuatro cervezas, “Pero Joan! Estas cervezas están calientes!” así que va y se roba 4 más. Estamos robándole a Fidel. Robar en cuba es como pegarle a la madre. Es un crimen capital para nosotros los “humanistas,” pero a esta altura me parece de lo más divertido. Planeamos organizar una guerrilla en las sierras cercanas al hotel para liberar a esta pobre gente del tirano, pero calculamos que no tendríamos ninguna credibilidad si empezábamos así. Abandonamos la empresa. Mas tarde empiezan a merodear los de seguridad y, muy perspicaces, advierten el candado del refrigerador vulnerado. No nos dijeron nada aunque teníamos cara de culpables. Igual uno de ellos se quedó charlando con nosotros, supongo que para vigilarnos: Ex campeón Cubano de Boxeo, Jefe de seguridad, casado, un hijo. Flipó cuando Rosa reconoció haber tomado coca y abrió los ojos como un chico. Dice que a él el sueldo le alcanza perfecto para vivir. “Pero en la Habana nos dicen lo contrario, todo el mundo se queja,” le digo yo. El Habanero quiere cosas que no necesita, dice. En parte es lo que suponía, aunque una cosa es vivir en la capital y llevar ritmo de ciudad, y otra muy distinta vivir en Sancti Spiritus con solo un hijo que no va a la escuela. Lo que si es seguro es que el Habanero compra cosas que no necesita, y quien no.